Me habÃan hablado de un viejo cementerio abandonado a orillas del mar en las inmediaciones de una también abandonada localidad patagónica y fui a ver de que se trataba.
Lo primero que se ve es un pueblo fantasma del que apenas quedan algunas ruinas.
Lo más importante es un parador derruido, utilizado a veces como refugio de ocasionales pescadores.
Pude averiguar que era el único parador en la zona y era parada obligada de los ómnibus de larga distancia que pasaban por allà durante todo el año.
En 1958 se decidió construir la nueva ruta a 20 kilómetros de la costa dejando a este pueblo fuera de la traza y demasiado lejos como para sobrevivir. Quedó aislado y librado a su suerte. Lentamente comenzó el éxodo hasta que llegó el abandono total.
El cementerio no lo encontré inmediatamente pues no tiene cercos ni señalización y solo quedan algunas tumbas aisladas que van quedado olvidadas y cada vez más derruidas, esta a unos cientos de metros de las otras construcciones, en medio de una vegetación baja tÃpica de la zona.
No hay un solo nombre legible, la arena y el viento patagónico se han encargado de pulirlos. Además como en toda zona costera el salitre marino cumple una acción lenta pero devastadora sobre las estructuras metálicas.
Los cementerios siempre encierran historias que aquà se están dejando escapar, los únicos que merodean la zona son pescadores que pasan a lo lejos indiferentes o tal vez hasta temerosos.